Daniel Vijil
Un antes y un después. No diré que parece ayer, porque fue hace más de 10 años. El país ha cambiado... quizás no de la manera que queríamos, pero ha cambiado. El golpe de estado del 2009 es el acontecimiento político más importante que ha ocurrido en el transcurso de mi vida, y en las vidas de muchos jóvenes. La historia la conocemos, y sinceramente, no es tan relevante quién la cuenta, ya que hay un hecho innegable de ese 28 junio: Honduras se polarizó. Más allá de los nombres atribuidos, “Golpistas” y “Resistencia”, la división fue y es un ser vivo que nos cohíbe de la unión ciudadana por las causas más comunes. Debemos conservar la historia, y heredar a las siguientes generaciones, para que el futuro no emule su pasado. Sin embargo, en aras del avance social y la restauración ciudadana, pienso desviar mis palabras de la historia, y enfocarme en el presente.
El acontecimiento generó tres problemas enormes: recelo hacia los gobernantes, resentimiento político, e indiferencia. Los tres problemas se basan en la desconfianza. El tiempo solo ha venido a incrementar la misma, pues la narrativa que se manejó alrededor del golpe, aquella que excusaba todo como una defensa constitucional, ha quedado en nada más que palabras los últimos tres años. El intento de mejorar esa confianza no se ha hecho, pero es que viene a un precio caro. Una decisión que puede resultar fulminante para un individuo: el hacerse responsable. Como en toda relación, responsabilizarnos por nuestros errores ayuda a mantener armonía entre las partes. La responsabilidad es una muestra de buena lid, y la buena lid es la base de la confianza. Honduras requiere que nos hagamos responsables. Unos más que otros, y cada uno sabe cuánto, pero es una reflexión necesaria que debe de nacer en nosotros. Algunas de las cosas que se deben aceptar son, que si hubo golpe, que la defensa constitucional ha sido inconsistente, y que el poder nos ha desviado de la unión. Para nosotros los civiles, nuestra responsabilidad no está en la toma de decisiones, pero está en la enmienda de la división social. Está en apartarnos de los comentarios despectivos que generan odio. Está en mirar a tu conciudadano como un hermano hondureño antes de categorizarlo como otra cosa. Parece una solución abstracta, pero la humanidad es abstracta. Quizás por eso el tiempo pasa y no conciliamos, porque no hay un periodo exacto de recuperación. Sin embargo, estoy seguro de que no han sido 10 años intentando mejorar.
¿De qué servirá la conciliación?, se preguntarán algunos. No es una propuesta para igualar ideales, es una propuesta para igualar fines. Una Honduras conciliada tendrá los problemas que una república exitosa debe de tener, doctrinas e ideales diferentes que debaten entre sí sus aplicaciones, pero todas con el mismo fin: hacer patria. Un antes y un después. Esa es la meta ciudadana, la misión de los jóvenes. He aquí un ejemplo del esfuerzo que se debe de hacer, ESPACIOH. Esta es una iniciativa que invita a jóvenes con diferentes maneras de pensar para unir fuerzas en la lucha republicana, para hacer patria. Usemos la historia con un fin optimista, no como punto de inflexión político, sino como inspiración para no repetir los errores que se cometieron durante el golpe, ni los que se han cometido hasta la fecha. Esa conciliación será un nuevo antes y después para Honduras.
Muy de acuerdo con tu punto de vista. Buenísimo contenido!